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Cinco laureados cortometrajes de la región lograron calificar a los premios de la academia estadounidense, solo tras superar los grandes desafíos propios de la industria local.

Desde su inicio en 1935, la animación no estaba incluida en los galardones de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. No fue hasta su quinta edición que establecieron la categoría Mejor Cortometraje Animado, y recién en 2001 el premio a Mejor Largometraje Animado.

Así como la animación, los artistas latinoamericanos especializados en esta área también han tenido que hacerse su espacio en los Premios Oscar a punta de talento y mucho esfuerzo. Varios ya han calificado y logrado entrar a las nominaciones, pero a la fecha, solo una animación latinoamericana se llevó la estatuilla a Mejor Cortometraje Animado: “Historia de un oso”, dirigida por el chileno Gabriel Osorio (Punkrobot). El filme previamente fue estrenado en Festival Internacional de Animación Chilemonos en 2014, del cual fue seleccionado ganador.

Cinco profundas historias latinoamericanas

Para la 93ª ceremonia de entrega de los Premios Oscar la presencia latinoamericana en la primera selección se hizo notar. Cinco cortos animados lograron calificar: “Umbrella” (Brasil), “Un oscuro día de injusticia” (Argentina), “El Pájarocubo” (Colombia), “Dalia sigue aquí” (México) y “Mi hermano Luca” (México). Obras con distintas técnicas e historias, pero con la realidad latinoamericana en común.

Hace diez años la directora Helena Hilario, co-fundadora de Stratostorm, quedó conmovida con la historia que le contó su hermana sobre un niño del orfanato de su ciudad natal (Palmas de Paraná), quien no quiso ningún juguete y pidió un paraguas de regalo. «Quiero un paraguas porque cuando mi padre me dejó aquí estaba lloviendo. Dijo que volvería a buscarme, así que creo que si tengo un paraguas mi padre podría encontrarme”, recuerda.

Es así como la historia del pequeño Joseph de “Umbrella”, realizado con animación 3D en Sao Paulo, logró conectar con el público. Se convirtió en un premiado filme sobre empatía y esperanza, fue proyectado en el prestigioso Festival de Cine TRIBECA y fue seleccionada en 19 Festivales calificadores para los Oscar.

Desde el otro lado de la frontera, en Argentina, el último día de Rodolfo Walsh volvía a repetirse una y otra vez en tinta china sobre papel de la mano de los directores Daniela Fiore y Julio Azamor, co-fundadores del estudio Mutante. Basados en el texto escrito por Julio Azamor padre, para la revista La Mirada Cautiva, y con la convicción de homenajear a uno de los iconos de la lucha por la verdad en dictadura, nació “Un oscuro día de injusticia”.

Sin textos ni diálogos, el guion, el dibujo convencional, las metáforas y la música llevan a mantener viva la memoria y revisitar en 10 minutos lo que sucedió en una esquina de Buenos Aires el 25 de marzo de 1977. “Lo que se intentó justamente era representar la tinta, la máquina de escribir, el escritor y el papel, tal cual utilizaba Rodolfo Walsh para escribir. Que esa misma tinta contara cómo fue su último día”, revela Julio. Ello los hizo ganadores del 9° Festival de Animación CHILEMONOS, festival calificador para los Oscar, y del Cóndor de Plata, entre otros 12 certámenes más.

Un poco más al norte, el director colombiano Jorge Alberto Vega, co-fundador de La Valiente Estudio y docente de la Universidad del Cauca, plasmó en stop motion una historia infantil que destaca el deseo de libertad en un carismático pájaro que sacrifica su forma física por ello y va en ayuda de sus amigos.

Haciendo uso de la cálida textura de fieltro y la versatilidad del bordado, desde Popayán se dio vida a los personajes del libro del español Marcos Mas. Tras seis años de producción, en nueve minutos y utilizando 5040 fotografías, Jorge logró dar vida al cortometraje de “El Pájarocubo” en 2019, y con ello llevarse el Premio Quirino 2020 en la categoría de Mejor Cortometraje de Animación, entre otros laureles.

Ya al otro lado del continente, dos talentosas directoras mexicanas dan vida a dos temáticas que llegan al corazón de México. Por un lado, la directora Catalina Serna decidió abordar el tema del Trastorno del Espectro Austista (TEA), a través de su experiencia con uno de sus hijos diagnosticado. Encontró la deficiencia de información, conciencia y herramientas que existían respecto al tema y publicó “Mi Hermano Luca: Un cuento acerca del autismo” (2017), motivada por explicar a su hija sobre la condición de su hermano.

Sin embargo, el éxito de ventas no aplacó la indiferencia. “Cuando nos mudamos a vivir a la Ciudad de México, a mi hijo lo rechazaron de 21 escuelas. En ese momento decidí hacer el cortometraje, le hablé a mi codirector Carlos Algara (cineasta), y le pedí que debíamos hacer algo que llame la atención para cambiar la situación en México”, expone Catalina. El cortometraje estuvo en la selección de más de 30 festivales en distintos países y ganó el segundo lugar en el Chicago International Childrens Film Festival.

Por otro lado, la directora Nuria Menchaca, co-fundadora de No Budget Animation y docente del Tecnológico de Monterrey, decide dar voz a uno de los temas tabú en México: la desaparición forzada de personas. Desde la vereda de la animación analógica experimental, “Dalia sigue aquí” relata a través de dibujos hechos a mano sobre más de 5.000 recortes de periódicos, la oscuridad y soledad de las ya más de 80.000 familias mexicanas.

Con tinta china, acuarela, carboncillo, sin diálogos y una canción que cala hasta los huesos, la historia de la pequeña de ocho años, ficción que representa a la realidad misma, se quedó con el máximo galardón en los Premios Ariel de la AMACC, entre otros certámenes.

Camino a los Oscar

Mientras algunos buscaron el camino para llegar al Oscar, otros se encontraron con la calificación casi de improviso. Sin embargo, todos reconocen que es un gran logro que les ha dado visibilidad nacional e internacional tanto a su talento en animación como a las temáticas que representan, que esperan que se traduzca en nuevos proyectos.

“Estuve investigando los festivales, leyendo muchas teorías sobre cómo ser aceptado en algunos. Al final, seguí mi corazón y mi instinto, apliqué a algunas convocatorias para Festivales de Cine y también a todos los festivales que califican para los Oscar”, relata Helena Hilario, co-directora de Umbrella, que fue parte de la selección de 19 festivales calificadores, todo un hito para animación brasileña.

El camino para llegar a los Oscar involucra una serie de acciones de difusión y promoción de la pieza cinematográfica. Daniela Fiore, co-directora de “Un oscuro día de injusticia”, reconoce: “Cuando ganamos el Festival Internacional de Animación CHILEMONOS, recién ahí descubrimos que era festival calificador de los Oscar, fue impresionante y no sabíamos qué hacer. Un amigo luego nos ayudó y guió con los requisitos. Los medios de comunicación nos ayudaron un montón con la difusión para poder continuar en carrera”.

“En un punto era sentirse cerca, pero lejos. Sentir que estás muy cerca de estar en la lista de los Oscar y luego también al mismo tiempo no sabes que tan lejos está. Pero finalmente estás allí, en el mapa, en el panorama internacional. Es muy bonito y da un reconocimiento muy grande al trabajo que se hizo”, reflexiona Jorge Alberto Vega, director de “El Pájarocubo”.

El desafío de producir en Latinoamérica

 La realización independiente financiada a base de fondos públicos es una temática recurrente cuando se habla de arte en Latinoamérica, una realidad muy diferente a los grandes conglomerados que están acostumbrados a desfilar por las alfombras rojas de los Premios Oscar.

Así lo vivieron los directores de “Un oscuro día de injusticia”, “El Pájarocubo” y “Dalia sigue aquí”, que financiaron sus proyectos con el concurso ANIMATE del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de Argentina; el Programa de Estímulos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) de Colombia; y la Beca Jóvenes Creadores y el Programa de Fomento a Proyectos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) de México, respectivamente.

La vía estatal queda corta. Para lograr dar pie a estos tres cortometrajes los realizadores contaron con el apoyo profesional de amigos y estudiantes. “No había gran presupuesto, trabajamos mucho por colaboración de amigos. Además, yo soy maestra, así que también trabajamos con alumnos y exalumnos, que nos ayudaron en mayor y menor medida, sobre todo en la etapa de coloreado”, relata la directora Nuria Menchaca, junto con señalar que ni ella ni su productor cobraron.

El tema de networking internacional, cada vez más relevante en la región, también estuvo presente en “El Pájarocubo”. Tras el encuentro de stop motion en Cochabamba (Bolivia), pudieron contactar con profesionales que trabajaron presencialmente y a distancia, como es el caso de la construcción de elementos de arte y posproducción (Brasil), y en el diseño de sonido (México). “Descubrimos que la gente de animación somos personas dispuestas a trabajar en grupo sin afán de protagonismo. Son personas que han dedicado su vida a cultivar este arte, lo que hace fácil unirnos y colaborar”, explica Jorge Alberto Vega.

Tanto en “Umbrella” como en “Mi hermano Luca” debieron planificarse financieramente sin ningún patrocinio estatal. El cortometraje mexicano fue hecho por crowdfunding buscando ideas que se adaptaran al presupuesto. Por su parte, Helena Hilario reveló que “tomó mucho tiempo la planificación financiera, teníamos un presupuesto y recursos limitados, tuvimos que pasar por desafíos técnicos y artísticos para darle vida a esto. Los artistas que estaban modelando, también estaban haciendo la iluminación, la textura, el revelado, el render; los 14 profesionales de animación y CGI estábamos colaborando para hacer todo entre nosotros mismos”.

De manera transversal, todos los realizadores hacen un llamado a no cesar los fondos públicos y a apoyar el talento latinoamericano que está ávido de historias por contar. “Hay mucho talento en Latinoamérica, algo que nos representa es la creatividad, espero que cada vez más se voltee a mirar para acá”, reflexiona Catalina Serna. SM