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Una narración en torno a cómo la inclusión puede cambiar la vida y el sentir de un niño. Abel Goldfarb, director audiovisual, reflexiona sobre los desafíos y experiencias que nacieron en la realización de “Ian, a moving story”.

El cortometraje es parte de Monoclub que se encuentra en exhibición a través de la plataforma chilena Ondamedia, integrando el ciclo titulado “Infancia”, que estará disponible para el público durante todo el mes de agosto.

Inspirada en una historia real, la obra nos muestra cómo le afecta a un niño con discapacidad la discriminación constante de sus pares. Su frustración y tristeza se refleja a través de la división de su cuerpo, el cual es transportado por el viento y devuelto hacia su realidad, una silla de ruedas atrás de la reja del parque infantil. Pero él no se dará por vencido, pues al igual que todos los niños tiene derecho a jugar y hacer amigos. 

“Ian, a moving story” es un cortometraje del año 2018, galardonado en el Festival Internacional de Cine LA Shorts. Fue dirigido por Abel Goldfarb y tuvo el guión a cargo de Gastón Gorali, el cual se inspiró en las vivencias del pequeño Ian y su madre Sheila Graschinsky; quienes dieron vida a la Fundación Ian en Argentina y llegaron al estudio de animación Mundo Loco buscando retratar una historia que educara sobre la inclusión. 

El director audiovisual Abel Goldfarb, según sus palabras, comenzó en la animación de manera informal, al ser contratado para el equipo de edición de Juan José Campanella durante la producción de “Metegol”. “Fue como meternos en un intensivo en el cual pudimos aprender de genios y proezas de todos lados, Argentina, España, Estados Unidos, etc., fue muy nutritivo, muy rico y yo considero que ese fue mi aprendizaje más fuerte en animación”, señala el cineasta. 

Tiempo después, Mundo Loco de Campanella, donde continuaba trabajando Goldfard, fue invadido por esta “bomba emocional” llamada “Ian, a moving story”. Un proyecto que nació desde una historia tan impactante, que no dejó a nadie indiferente en el estudio. Con esa inspiración, comenzó un camino de descubrimiento creativo, donde el equipo decidió integrar las técnicas de 3D y stop motion, con el objetivo de transmitir integración incluso desde la visualidad del cortometraje. 

Sumado a aquello, siguiendo los conceptos de construcción y resignificación, junto a Mauricio Vides, encargado del área de stop motion, tomaron la decisión de utilizar materiales reciclados aportando distintos elementos y texturas a los fondos, como por ejemplo hierba mate en el pasto del patio de juegos. 

Estábamos construyendo, a partir de materiales deconstruidos, un significado distinto, entonces tratamos en algunos momentos de hacerlo evidente. Son sutilezas, pero las dejamos visibles, por ejemplo puede haber un árbol en el que se vean algunos de los materiales que lo constituyen, fuera de perfección o de disimularlos para que no se note, buscando que se entienda por lo menos una aproximación. Yo soy consciente de que cuando uno trabaja así, pensando un montón de cosas en muchos niveles, no significa que todos ellos después se lean y tampoco es mi intención, pero creo que si uno los piensa, los trabaja, es mejor que esté conceptualmente aportando algo, a que no esté o que su presencia sea gratuita”, mencionó Abel sobre las decisiones artísticas dentro del cortometraje. 

En cuanto a la creación de personajes, a cargo de Gretel Lusky, el principal objetivo era lograr que las expresiones de los niños transmitieran la emoción correcta, por lo cual optaron por los beneficios que brindaba el CGI. Sobre todo, porque para Abel una de sus grandes preocupaciones era realizar una representación adecuada y respetuosa de un niño con discapacidad.

Respecto a aquello, el director del cortometraje dijo: “Uno está retratando una realidad muy sensible y delicada, con la que día a día tienen que lidiar un montón de personas. Entonces, es una responsabilidad muy grande el hacerlo de la manera correcta, no caer en lugares comunes, cosas edulcoradas que terminan siendo distantes o poco empatizables. Hay que buscar ese equilibrio, por eso trabajamos con la Fundación Ian de forma constante, de hecho estuvieron con nosotros en todo el proceso, o sea, desde el guión a los avances de producción”. 

Uno de los elementos con los cuales se reflejó cómo la discriminación e ignorancia divide a la sociedad, fue la deconstrucción física del protagonista cada vez que enfrentaba un momento complejo. Más su significado no siempre representa algo negativo, puesto que, en los últimos minutos del cortometraje, nos ayuda a visualizar también cómo las personas nos reconstruimos y evolucionamos en relación a nuestro entorno y, sobre todo, a la interacción con quienes nos rodean. 

Nosotros estamos hechos de un montón de cosas que nos constituyen, que nos hacen ser quienes somos y cómo nos relacionamos y accionamos en la sociedad. Y un poco la idea del corto es que estamos hechos de todo esto, pero podemos reacomodarnos, reconstruirnos. Que hasta este momento no hayamos aprendido determinada cosa, no nos prohíbe que en el momento que lo vemos podamos aprender, darnos cuenta de lo que estamos haciendo mal y reacomodarnos para dar lugar a otras cosas”, reflexionó Abel en torno a la composición de los personajes por pequeñas piezas. 

Sumado a lo anterior, la composición musical para “Ian, a moving story” también se trató con gran delicadeza, sobre todo por la experiencia de Goldfarb dirigiendo musicales. Además, el cortometraje no cuenta con diálogos, decisión que apeló a la universalidad de un relato que no necesita de un lenguaje específico para ser contado. Te das cuenta que hay ciertas cosas que pasan en todos lados y que sacando la barrera del lenguaje verbal pueden ser mucho más claras y sea mucho más fácil empatizar”, señaló el cineasta. 

En este sentido, la música estuvo a cargo del compositor Pablo Borghi, quien creó un diálogo musical y sonoro, donde los instrumentos y armonías marcan cada emoción de Ian, intensificando el momento de unión con los otros niños. Una banda sonora emocionante que cobró vida gracias a la interpretación de la Macedonian Radio Symphonic Orchestra. 

A medida que avanzaba el proceso creativo, el equipo que trabaja en “Ian, a moving story” comenzó a crecer. Abel recuerda que contaron con financiamiento de privados a través de la Fundación Ian, quienes estuvieron completamente comprometidos con que el cortometraje viera la luz, lo cual se consiguió luego de un año y medio. 

“Para mí la experiencia de construir una narrativa para ayudar a generar conciencia e integración en un tema sensible fue invaluable”, finaliza el director audiovisual Abel Golfarb, quien actualmente está trabajando en la distribución de una nueva serie animada 3D. SM