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Un niño de 8 años ve todos los días a un aterrador monstruo que atormenta a su madre, sin entender bien lo que ocurre, decide enfrentar sus miedos y sale de noche en búsqueda de respuestas. Ahí se encontrará con una verdad reveladora respecto a su abuelo, abriendo paso a procesos de sanación familiar. “Juanito Diablo” es un cortometraje que ahonda en las heridas transgeneracionales, fue dirigido por Franco Rampoldi y Miel Reyes, quienes profundizan en cómo se realizó este trabajo. 

Esta producción estará disponible para el público durante todo el mes de agosto, a través de la plataforma chilena Ondamedia, integrando el ciclo de Monoclub titulado “Infancia”.

Juanito es un personaje curioso, creativo y con unas profundas ganas de averiguar qué es lo que aqueja a su madre. Sin saberlo iniciará un recorrido por los secretos más profundos de su familia. Un recuerdo doloroso que su mamá aún no ha sanado. Este cortometraje aborda incluso temáticas como la violencia intrafamiliar. El diseño de personajes, el storyboard y la dirección general estuvo a cargo de Franco Rampmoldi, quien viene del mundo del cómic, además es dibujante y animador, mientras que la producción fue realizada por Miel Reyes, terapeuta relacionada a las infancias y artista textil, quien también co-dirigió. 

Esta historia nació a raíz de la inspiración de la hija de ambos directores, Agatha, a quien le gustaba mucho disfrazarse. Tomando esta referencia, “Juanito Diablo” apareció de repente entre los dibujos de Franco. Miel explica que “estos disfraces le generan poderes, les atribuyen carácter, juegan con la personalidad o pueden conectar con emociones el juego”. Fue ahí cuando decidieron hacer algo con él. De esta forma, postularon al Fondo Audiovisual del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y finalmente obtuvieron el financiamiento para iniciar la producción. 

Otro aspecto que fue relevante en el proceso de investigación y creación fue el tarot restaurado de Jodorowsky. Los directores lo estudiaban mucho en ese tiempo, así como también, la bibliografía y filmografía de este autor.  Franco comenta que “queríamos hacer una primera obra que nos llenará, que nos proporcionará creatividad. Y el diablo en el tarot simboliza justamente eso, la imaginación y el romper los temas morales y avanzar por el camino. Juanito representaba eso”. 

Este monstruo que aparece en los dibujos de “Juanito Diablo”, representa “el fantasma del árbol genealógico”, precisa el director, agregando que en este caso es el abuelo quien tiene cuentas pendientes con la madre, relacionadas a la violencia doméstica que ejerció sobre ella y su esposa. Ella no ha sanado esta herida y es su hijo el encargado de reparar esta historia familiar. 

Es así como este niño se sumerge en las profundidades del bosque oscuro, desde la curiosidad y las ganas de entender todo este misterio. Hasta que finalmente logra conectarse con el abuelo y deshacerse de ese dolor que lo atormentaba, que era heredado de su madre. Entonces también es una historia que habla sobre el perdón y cómo seguir avanzando ante estas adversidades, pero sin dejar de lado lo terrible y el trauma que provocan esas situaciones, tocando un tema tan profundo y complejo, como lo es lo relativo a la familia, algo que sin duda, puede ser interpretado por los espectadores en relación a sus memorias personales. 

Miel comenta que el objetivo del cortometraje tiene relación con “poder entregarle a la humanidad y a las generaciones que vienen, la idea de que tenemos la posibilidad del cambio, si hacemos la toma de conciencia con respecto a lo que ha pasado en nuestra historia familiar. Ese es el primer paso. En definitiva, no desconocer aquellos secretos que arrastran a la humanidad y la familia”. 

Juanito avanza en su proceso y quema sus dibujos en donde aparecía este monstruo. Es su primer paso para sanar y enfrentarse a sus miedos. Casi como un ejercicio terapéutico. 

La técnica de animación utilizada en el cortometraje fue una mezcla entre lo tradicional y el cut out. Hay un trabajo del color importante, en donde predominan los tonos fuertes, el rojo y las sombras también en las escenas de noche. Todos los dibujos de los personajes y el background se hicieron primero en papel, con el trazo de lápiz mina y luego coloreados en Photoshop, dándole una textura muy interesante.  Este proceso fue principalmente liderado por Franco, no obstante existieron al menos 3 asistentes de dibujo, entre ellos Mauro Rampoldi, hermano del director. El programa que se usó para animar fue Toon Boom, mientras que para la post-producción recurrieron a After Effects. 

Respecto a la dirección de arte, esta tuvo mucha relación con el área del dibujo, más que la fotografía. Franco recuerda que “fue bien visceral también, porque no estaba construido el imaginario y los colores los decidimos en el camino. No trabajamos mucho con una visión fotográfica, sino que más como de dibujo e ilustración”. Miel por su parte agrega que “trabajamos mucho el storyboard”, reflejando cómo fue el proceso creativo de este cortometraje. 

Sobre la música que acompaña este trabajo audiovisual, la directora recuerda que querían que existiese piano en la composición. Franco agrega que “la música también fue un proceso difícil. Eso lo compuso Patricio Sáez, yo le pasé la referencia. fuimos escena por escena, al menos comentando las atmósferas y dónde poner la música y dónde no, y se lo dejamos a él, quién inventó la base sonora de Juanito Diablo. Una música característica que se va repitiendo en diferentes emociones”. 

Todo este trabajo duró aproximadamente 1 año y 3 meses, los primeros sin financiamiento y luego ya con el dinero necesario para hacerlo. Miel explica que nunca tuvimos ningún problema a la hora de producir. Cumplimos con todas las fechas, con los tiempos. En eso fuimos súper cuadrados y muy responsables. Así que no tuvimos ningún inconveniente para su ejecución”. 

Este cortometraje fue el primero de esta pareja y de él sacaron muchísimos aprendizajes para sus producciones posteriores. Para finalizar, Miel reflexiona sobre la importancia de la presencialidad en la animación, ya que, este trabajo fue realizado en gran medida mediante teletrabajo, cuestión que le quitó ese espacio de discusión con todo el equipo reunido. “Para armar un proyecto creativo es importante la visión de otras personas”, precisa. No obstante, todo fue resuelto de manera óptima y eso se refleja en el resultado final, ya que es una producción que produce emociones, que genera algo cuando la ves. 

Por otro lado, la directora también cuestiona el centralismo, ya que, cuando realizaron el cortometraje, la pareja vivía en Valparaíso y ahí solo pudieron dar con un estudio de animación, puesto que el resto se encuentra en Santiago. De esta manera, ella invita a romper con esto y abrir espacios también en otras regiones de Chile, donde efectivamente se están produciendo cosas interesantes. “El país es muy largo, y está todo muy centralizado, yo creo que eso no ayuda. Si hubiera que hacerlo distinto, yo creo que sería mirar incluso la metodología antes de hacer el proyecto, más allá del financiamiento, buscar el equipo que se acomode al territorio y también impulsar eso. El territorio necesita que tomes fuerza porque se están produciendo cosas ahí”, comenta. 

Para cerrar, Miel reitera que espera que se sigan expandiendo los espacios para la animación en Chile, pero también acercar la disciplina a las personas que no necesariamente están insertas en la industria. Así como también a las infancias, que sepan que son capaces de dibujar, crear, contar historias y por qué no, crear sus propias producciones audiovisuales en el futuroSM