Sin guión, sobre las emociones de una familia y con figurillas habitando un mueble. Con esas tres características Sofía Carrillo quiso animar a “La Casa Triste”. Finalmente hizo un guión, retrató el cáncer de su familia y contó la historia a través de objetos encontrados en bazares de antigüedades y donaciones.
Este trabajo estará disponible para el público durante todo el mes de diciembre, a través de la plataforma chilena Ondamedia, integrando el ciclo Monoclub titulado “Familia / Rutina”.
“Yo quería hablar de las emociones humanas con objetos”, explica Sofía Carrillo, la directora de “La Casa Triste”. En un pequeño espacio dentro de un mueble, quiso contar las diversas historias de una familia. Desde un inicio, impuso a su idea una serie de reglas: “Yo tenía que descubrir cómo se movía el objeto y qué es lo que quería contar”, sin guión y sin creación de muñecos.
Pero la historia tenía que ser contada de alguna manera, así que empezó a trabajar en algún tipo de guión. Mientras ocurría eso, Sofía se encontraba en una delicada situación familiar: “Tenía muy enferma a una de mis tías, luego a otro tío. También a un primo solo dos años más grande que yo con un cáncer rarísimo”. Fue allí cuando la dirección de la narración, cambió de dirección.
La directora quería hablar de una familia y se preguntó: “¿Por qué no hablar de mi familia?”. Entonces, “La Casa Triste” se fue enfocando en un proyecto de investigación sobre cuántas personas en la ascendencia de Sofía se habían enfermado y en qué generación: “Quería entender qué estaba pasando con mi familia”.
Ahora sí, el guión se tornó algo definitivo: “Era la historia de mi familia. Una historia real”. Una tragedia con puntos en común y honestidad absoluta que generó empatía y coincidencias en más de alguien: “Me topé con una chica de Israel y me dijo: ‘Es la historia de mi familia’. Las enfermedades ocurren en todas partes, no solo en México o Latinoamérica”.
Y para contar lo que ocurre en “La Casa Triste”, Sofía Carrillo postuló a la beca mexicana “Jóvenes Creadores”. Con esos recursos, y luego de haber hecho la preproducción durante tres meses, pudo animar durante un año con el equipo del corto: “Fue una cosa íntima en la que prácticamente éramos mi prima, mi hermana y yo. Había músicos, fotógrafa y editor, pero lo principal éramos nosotras encerradas por meses”.
Parte importante de esa animación era el agua: “Entró como un elemento que despertó a los objetos”. Para ello, la directora usó varias técnicas, cuando necesitaba más control utilizó cera; para efectos especiales, grabó agua caer en un fondo negro; cuando el techo se mojó, grabó a la lluvia cayendo: “Y allí estaba literalmente parada esperando a que cayeran las primeras gotas de la tormenta. Fue mucho de juego con las posibilidades y de paciencia”.
Para despertar a los objetos y su entorno, la música en “La Casa Triste” también fue clave: “Estuvo compuesta por juguetes. Parte de la propuesta era esa, que solo podía hacerse con objetos encontrados”. Fue así como los músicos empezaron a construir piezas musicales con acordeones diminutos y distintas piezas pequeñas. Luego cada canción fue asignada a un momento del corto, incluso aquella que se salió de la regla y fue tocada con un instrumento real: “Es que sonaba muy bien”.
Detrás de la regla de Sofía de solo usar elementos hallados en bazares o donados, había una justificación: “Quería que los objetos se atrajeran, que tuvieran cierta vibra y desgaste. Que se notara la sombra de quien los usó antes”. Así como también, que se percibiera que ese objeto representaba a algún familiar de la directora: “A mis abuelos maternos los encontré en Ciudad México. La forma de la muñequita me recordó a mi abuela y los ojos del otro muñeco a mi abuelo”.
Para la familia y la directora, “La Casa Triste” fue un proyecto muy personal, pero de mucho alivio y sanación: “Abrió conversaciones y discusiones en las que se hizo muy visible que había una enfermedad que nos perseguía”. El corto cumplió con su investigación, logró crear una narrativa a partir de objetos. Fue el que menos presupuesto y tiempo tomó a Sofía. El que más le ha aportado a nivel personal: “Quiero muchísimo a este cortometraje”. SM