
A fines de los años ochenta el artista chileno conoció la animación en Alemania, de ahí en adelante se trasformó en parte primordial de su vida y la expresión que más lo identifica. Años de trabajo, sacrificios y crítica a la naturaleza humana resultaron en grandes reconocimientos a nivel mundial. Hoy ha vuelto a descubrir su veta artística que combina con la animación en el desarrollo de dos nuevos cortometrajes.
Articulo reeditado para la edición especial de Solomonos Magazine
“Nací con un lápiz en la mano”, así explica Tomás Welss la pasión que siente por la animación, el dibujo y el arte en general. Hijo de extranjeros que llegaron a Chile buscando refugio de las consecuencias de la guerra en Europa, este reconocido animador nacional se inspira en lo más profundo y oscuro de la vida para realizar cortometrajes cargados de crítica y reflexión hacia la naturaleza humana.
Tomás Welss no se imagina haciendo otra cosa. Desde pequeño, su talento natural lo llevó a retratar a su familia, e influenciado por su padre, el pintor Ulirch Welss, entró a estudiar Bellas Artes en la Universidad de Chile. Allí conoció a grandes exponentes del arte como Adolfo Couve.
Egresó del Colegio Alemán, donde reconoce que no había mucho interés por las artes. Sin embargo, cuando entró a la Universidad de Chile, experimentó una apertura de mente: “Ahí yo dije ‘no estoy loco, hay gente similar’”.
SM: ¿Cómo fue la experiencia de estudiar arte?
– Me tocaron profesores de lujo. Yo vivía ahí, salía todos los días temprano y llegaba a las 12 de la noche a la casa. Lo pasaba muy bien en la Universidad y descubrí el compañerismo, la tertulia, la conversación. Era una vida universitaria extraña. A pesar del régimen militar, había mucha vida universitaria. Conocí realidades de Chile que no sabía.
SM: ¿Cómo fue estudiar esta carrera con el panorama político que se vivía en la época?
– La vida universitaria para mí era la lectura, juntarse a hacer trabajos toda la noche, leer, discutir, compartir, debate de ideas y sin censura. Yo no me sentí censurado en la época de la dictadura, todo lo contario, había que ir en contra. Yo sentía que había una contracultura potente justamente por esa advertencia de afuera, de ese enemigo, uno se recogía en los libros, la conversación y el compañerismo.
El año 1985 parte rumbo a Stuttgart para continuar con sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad alemana. En ese período tiene su primer acercamiento con la animación, que lo lleva a continuar con esa especialización. De ese tiempo recuerda a su profesor Heiz Edelmann, director de arte de la película Yellow Submarine (1968) quien marcó al joven estudiante, tanto en el aspecto profesional como en lo personal, sostenido conversaciones del panorama y política latinoamericana constantemente.
SM: ¿Qué te llevó a Alemania y qué hiciste allá?
– Mi papá había estado conectándose con un profesor que tenía de amigo en la sociedad de Bellas Artes de Stuttgart, que en esa época era la República Federal Alemana. Hicimos el contacto, fuimos, di una prueba de admisión, quedé y estuve cuatro años estudiando. En la Escuela de Bellas Artes de Stuttgart existía la especialidad de animación, habían mesas de luz, habían cámaras de cine cuadro por cuadro, celuloide, trabajamos en 16 milímetros. En esa época hice cuatro cortometrajes.
SM: ¿Cuándo se produce el acercamiento al mundo de la animación?
– En el segundo año me especialicé en animación. Me llamó la atención que había un nicho audiovisual, comencé a ver películas animadas y aluciné. ¡No sabía que eso existía! Esta expresión es la que me identifica en todo sentido, porque hay literatura, está la plástica presente, la escenografía, la cinematografía; muchas artes configuran la animación. Ahí en el ’87 ya estaba metido en animación, yo tenía 23 años.
SM: Terminaste de estudiar en Alemania y partiste a Barcelona ¿Qué encontraste ahí?
– Allá hice una práctica en un estudio de animación, pero era aburrido. Me instalé ahí y empecé a hacer cosas más comerciales. Participé en el desarrollo de un largometraje como intercalador de una serie, como un peón. Yo decía: ‘si esto es la animación, realmente no quiero ser animador porque lo encuentro tan aburrido’. Tenía un molde de los personajes y debía dibujar igual al molde que me daban. Yo quería hacer mis propias cosas. Estuve dos a tres años en Barcelona trabajando, después conocí a Fernando Krahn, que es un gran dibujante chileno que se había ido a Nueva York y luego a Sitges. Fernando era como un padre para mí, tenía una columna todos los días domingo en el diario La Vanguardia, donde hacía chistes y era un tipo muy talentoso. Empezó con animación e hice unos trabajitos con él. Eso me marcó bastante.
– Mi época en Barcelona fue muy aguerrida, pasé hambre, vivía en una pieza que arrendaba en condiciones muy precarias. Y por otro lado el carrete que no para, me agotó Barcelona. Estuve tres años ahí y ya me quería ir.
Su último tiempo en la ciudad española lo recuerda como una época de sacrificio y mucho aprendizaje, del cual derivaron sus inicios profesionales. Con el regreso de la democracia a Chile se produjeron una serie de cambios en materia cultural que hicieron que Chile se perfilara como un país de oportunidades para jóvenes artistas. Sus padres lo visitaron en Europa, le contaron acerca de este nuevo Chile. “Me dijeron que el país estaba cambiando, que había una cosa que se llamaba FONDART”, señala Welss, quien se tuvo que enfrentar a la difícil decisión de volver a un país con promesas de futuro o instalarse en Berlín, una ciudad que luego de la caída del muro se había transformado en una importante capital Europea de la cultura.
SM: Decidiste volver a Chile. ¿Cómo fue esta época de ajuste para ti?
– Los 90 eran ricos en Chile. Siento que cuando llegué conocí muchos artistas chilenos y me reencontré con compañeros de la Universidad. Había un espíritu renovador, yo siento que hoy en día cada uno rema para su lado, derivó a un individualismo. En los 90 había una perspectiva pero eso no se afianzó lo suficiente y hoy en día Chile es el país que es y uno tiene que arreglárselas dentro de lo posible.
– Y ahora dentro del medio de los animadores chilenos, yo creo que debería haber más contacto. Tenemos animadores en Chile con muchas directrices pero todos por separado. Deberíamos encontrar un mayor vínculo, porque finalmente es el mismo formato. Me entero muy poco de lo que pasa aquí y me da pena. Debería haber un sindicato de animadores chilenos donde nos juntemos pero eso no existe. Esa es una observación que hago y va más allá del tema político, da lo mismo que sea de izquierda o de derecha, estoy hablando de la creación que debería ser más coexistente. Deberíamos potenciarnos, un autoral podría contactarse con un comercial y aportar desde su perspectiva y viceversa, pero eso no ocurre, hay poco dialogo entre los animadores chilenos.
SM: Una vez en Chile, ¿qué cosa específica llegaste a hacer?
– Llegué y no entendía nada. Llegué a la casa de mis padres y al año murió mi abuela. Me fui a vivir a su casa solo y empecé a trabajar en cosas de diseño y postulé al FONDART. Fui a una agencia de publicidad que se llamaba Young & Rubicam y me ofrecieron un puesto como director de arte. Ese mismo año (1994) me gané el Fondart para hacer “Reunión”, entonces ¿qué hacía? Finalmente hice “Reunión” en el año 1994, mi primera película de animación en Chile.

SM: ¿Cómo nace la idea de hacer este cortometraje?
– Bueno, trabajé en una agencia de publicidad y me acuerdo de las reuniones que había entre los ejecutivos de la agencia y el maltrato hacia las secretarias y los juniors. Yo estaba acostumbrado al respeto, por la gente que hay en Europa, en donde no se maltrata. Comentarios hacia una secretaria voluptuosa como ‘Qué está rica’ los encuentro tan detestables. Las cosas igual han cambiado un poco desde ese tiempo hasta ahora, o por lo menos la gente se autocensura porque es políticamente incorrecto discriminar. Pero en esa época era súper lícito maltratar a la secretaria. Yo conversaba mucho con ella y los junior. Estaba haciendo una campaña y me cargó el ambiente publicitario, nunca más entré. Yo no sé si habrá cambiado eso, pero ese maltrato hacia los segmentos socialmente inferiores me llamó mucho la atención. Eso derivó en hacer “Reunión”. Trabajé sólo, la hice en 35 mm y filmé. Me sentí muy contento por poder tener la oportunidad de hacer una película y de ahí en adelante he continuado con mi labor autoral y con la labor docente.
SM: Gracias tu trabajo en cortometrajes se empezó a abrir esta ventana de participación en Festivales. ¿Cómo fue la primera experiencia con “Reunión”?
– Fui a EE.UU., al Chicago Latino Film Festival, y yo no tenía idea qué eran los festivales de cine. No sabía de nada. Primero, lo presenté en Viña en el ’94 y a la gente le encantó; en esa época era el festival más importante de Chile. Había muchos extranjeros invitados y la seleccionaron inmediatamente como para diez festivales más. En Chicago, me invitaron y me pareció alucinante. No ha sido una vida de abundancia, pero sí ha sido una vida de reconocimiento por el trabajo, por la entrega y la pasión. Por esto la animación nos debería unir en vez de separar, indistintamente de que trabajemos más o menos comercialmente.
SM: Luego viene “Noche” y “Manos Libres” ¿En qué te inspiras para estos cortometrajes?
– Para ‘Noche’ me inspiré en la vida nocturna, yo en esa época salía muchísimo. Me acuerdo que uno de los aspectos era cómo cambiaba Santiago en la medida que oscurecía, salían los vampiros de la noche. Es una danza constante, que en la medida que oscurece salen las garras, con un tono erótico bastante fuerte y exaltando eso de que la oscuridad del entorno motiva y estimula todo lo que la luz reprime. Yo era bien osado, caminaba por el centro, tenía amigos, íbamos a lugares sórdidos. Santiago en los 90’ tenía una cultura interesante que estaba naciendo y que al final no fue a ninguna parte. Pienso que tiene que ver algo parecido con la movida madrileña del 78’: la caída del emperador y el despertar de otras luces.
– Con “Manos Libres” empezó mi época crítica. A mí me llamaba la atención, cuando iba manejando, que veía a ejecutivos y mujeres hablando por teléfono en el auto en el año 2002. Fue una película crítica hacia el sistema, ¿¡de qué tanto hablan!? Y tuvo mucho éxito. Esa película ganó en Brasil muchos premios, en Chile, Valdivia.
SM: Luego viene “Verde que te quiero” que incluso fue postulada al Oscar, ¿qué te llevó a crearla y qué significó para ti?
– La envidia humana, todos quieren el verde, se lo chupan. Tiene que ver con la envidia, con el poder, con el dinero verde. Yo veía ese modus operandi. “Verde que te quiero” se plasmó muy bien a nivel simbólico, metafórico, muy abierto. Cómo se instala el poder en la mente humana y la codicia. Entonces son dos personajes que se chupan, es muy dramático. Mi inspiración principal fue la codicia, el poder, la envidia, unos de los aspectos más oscuros del ser humano.
– Recuerdo que fue premiada en el Festival de Huesca en España. Fui a recibir el premio, escribieron un libro sobre mi trabajo y fue muy emocionante porque tuve mucho apoyo de la cancillería. Me gané un premio importante y por eso mismo el gobierno de Chile postuló la película a los premios Oscar el 2005, “Machuca” y mi película, pero ninguna de las dos quedó. Yo sabía que “Verde que te quiero” no era una película para los Oscar, pero tenía la posibilidad de postular por todos los premios que había ganado.
SM: “Paraíso Terrenal” fue tu último cortometraje…
– Si, es la última. Esa película tiene que ver un poco con la publicidad como la promesa de un mundo mejor. El protagonista es un viejito que camina por Santiago con la cabeza metida en los hombros y que ve un cartel de ‘venga al caribe’. Entonces es todo el cliché del caribe, uno abre el diario y ve. En el fondo uno va a Punta Cana o Varaderos y no se entera de nada, vas a un resort y te aíslan de no entrar en contacto con nada local porque vas a ver la cruda realidad. Es el mundo de los estereotipos, de los clichés y este viejito que seguramente invierte todos su ahorros en este viaje esperando un mundo de sueño, de mar cristalina, mulata bailando y una palmera, ese es el paraíso. El viejito lo ve y se va, toma un avión siempre asustado y solo, desaparece detrás de una palmera y no vuelve nunca más.
– Estuvo en muchos festivales. Ganó en Cuba, el premio del público. Les llamó la atención porque es el cliché, es la toma de conciencia de cómo ven los países no tropicales el estereotipo tropical. Yo creo que lo agradecieron, eso de desmitificar un poco el estereotipo de la palmera porque en los países tropicales no todo es agua cristalina, salsa, sexo y desenfreno, tienen que sobrevivir y tienen problemas como en todas partes. Hay observaciones adyacentes con respecto a este reclutamiento de personas que van a los resorts por una semana, llegan rojos como tomates y dicen estuve en Cuba. Y no vieron nada, no conocieron nada.
SM: ¿Qué trabajos estás haciendo actualmente?
– Estoy haciendo audiovisual y murales. Estoy haciendo dos cortometrajes. Hice uno que es mezcla de documental con animación que es la vida de Sergio Hernández, el actor. Me encontré con él en La Habana en diciembre y nos pusimos a pensar qué podíamos hacer juntos y él dijo ‘anímame’ y ahí empezó todo el tema. Me empezó a contar su vida y yo empecé a escribir y dibujar. Después nos encontramos en Santiago y el festival de Cine de Lebu nos entregó material, pinturas. Y yo fui con mi asistente y todo esto se filmó, las conversaciones con Sergio en todas partes a modo de documental, desde dos disciplinas artísticas. Surgió este documental que luego animé sobre su cuerpo. De todo lo que me había contado hice un diseño y empezamos a partir de las diez de la mañana a pintar y animar, con luces, con cámaras. En eso termina, se llama “Cuerpo Anima”. Además, este ha sido un año difícil pero con mucha producción. Porque surgió este documental, los murales y la película en stopmotion que también estoy haciendo con Fondart. Se llama “Magic Dream”
SM: ¿Cómo surge hacer esta nueva película?
– Es la historia de unos magos que intentan hacer magia y todo les sale mal. Es una constante frustración y en el fondo es una metáfora al descontrol de la vida, uno planifica pero al final hay que adaptarse a lo que la vida te ofrece. Son magos erráticos, todos les sale mal. La técnica que estoy utilizando es muy lenta porque es pintura animada, pinto y saco la foto. Avanzo un segundo al día, o dos segundos al día como gran cosa. Nunca he hecho algo así. Tengo una plataforma de acrílico que tiene luz de abajo y luz de arriba, y voy pintando encima; tengo un secador de pelo para secarlo y tengo la cámara de fotos. Voy obturando con un programa que se llama ‘Dragonframe’ y voy viendo de inmediato la foto. Voy trabajando cuadro por cuadro, es muy lento. No queda un registro físico, no quedan dibujos como en las otras películas, porque voy pintando encima.
SM: Además estas desarrollando tu faceta de artista plástico
– Sí, estoy pintando murales que son fotogramas gigantes. Eso empezó el 2014, a propósito de una exposición a la que me invitaron en Colombia. Como me sentí cómodo y me gustó, lo seguí potenciando. Cuando me invitaron a Quito a dar una charla quería pintar y me dieron un muro en la Universidad. Es increíble, porque es un legado que queda.
SM: Estos fotogramas, ¿a partir de que idea nacen?
– Por un lado, porque a mí me gusta mucho dibujar y pintar figura humana. Yo digo que es un fotograma porque el movimiento te lo da la impresión que va a otros lugares y viene de otra parte, pero es fijo. Pero inspirado también en el clima de la ciudad. Lo increíble es que esas cosas quedan. Para la gente que lo ve es como una galería abierta, no pasa desapercibido. Voy a presentar “CuerpoAnima” en Bello Horizonte y me pidieron que hiciera uno allá. Ha sido un año difícil pero productivo, entre esto y las clases, que siempre me gustan. La creación siempre te libera. SM