Su estadía en Alemania potenció su mente curiosa, experiencia que la transformó en una destacada artista del cine de Animación. Trajo a Chile la técnica del Stop Motion en los años 80 y a partir de entonces se convertiría en un referente a nivel nacional e internacional. Los que hoy son adultos, aún recuerdan cuando el Tata Colores aparecía en la pantalla y los hacía dormir.
Corría el año 1973 y en Chile se estaba realizando una película en stop-motion. De ello fue testigo Vivienne Barry, una periodista quien visitando los estudios de Chilefilms, se encontró con esta producción llamada “Martin y Cano”. Toda una proeza para un país en el cual no se había hecho nada similar.
Debido al Golpe Militar esa película no se alcanzó a terminar, pero esta joven periodista, sin dimensionar lo que significaría ese hecho para su vida profesional, tuvo que viajar al exilio en enero 1974. Junto a su marido, Juan Enrique Forch, viajaron con destino a Dresde, Alemania Oriental, punta pie inicial para su carrera en la animación. “Viví cinco años ahí y por casualidad de la vida en esa ciudad había un estudio de animación muy grande de la DEFA Trickfilm Studio que era una empresa cinematográfica”, recuerda Vivienne Barry. El lugar albergaba suficiente espacio para que todo tipo de animación se desarrollara. “Y era mágico estar ahí porque uno entraba a diferentes estudios de filmación, porque se hacía en cine, y había escenarios de mundos mágicos, de aguas que corrían, palacios con princesas, con monstruos y otros personajes, porque se estaban haciendo 10 o 15 películas simultánea”, comenta la artista quien retrata al gigante estudio alemán.
Una prueba con cubos de madera
Tuvo seis meses para preparase. Era solo ella, una cámara y unos cubos, a los cuales debía convertirlos en algo animado. Durante las mañanas tenía clases de pantomima con un director de cine de animación, que antes había sido mimo. “Yo tenía que reproducir con los cubos, los movimientos que él me enseñaba pero con los cubos, pero estos no tenían ni piernas ni brazos, por lo que era súper complejo”, señala.
La DEFA enviaba a revelar el material y luego de meses de práctica logró llegar a animar un muñeco y luego de un tiempo pudo mostrar los movimientos de un muñeco caminando. “Después de esos seis meses en los que mostré en una comisión todo lo que había hecho, me contrataron de asistente de un animador lo que era una lata, porque yo quería mover marionetas, pero tenía que preocuparme de la lluvia y las nubes, entonces aprovechaba el tiempo para ver cómo animaban los grandes creadores que había ahí”, recapitula Vivienne Barry.
Mi primer muñeco animado
Una de sus labores fue ayudar a uno de los directores del estudio, Kurt Weilh, en la realización de una película de gangster, animada con muñecos. El ritmo de la animación se realizaba de forma meticulosa, porque una cantidad fija de frames correspondía a notas musicales. “Había una escena en que los pistoleros bailaban tango y había que animar todo en ritmo de esa música que era como cada 9 frames”, comenta Vivienne Barry.
Pero un día estaba inspirada y, mientras su maestro estaba ausente, quiso probar y animar. Luego, mostró lo que había hecho a este destacado artista, “él me dijo ‘bueno, ahora voy a hacer unas seis versiones más de la escena para elegir la que vamos a usar’. Por supuesto la mía no iba a hacer elegida”, recuerda esta artista sobre lo exigente y perfeccionista que era este estudio.
Siguió experimentando, probó con otros materiales, como papeles recortados articulados y sombras chinas. Trabajó con su marido en el mediometraje “Lautaro” donde pudo desplegar su talento. “Fue increíble, sentí mucha confianza por parte del equipo porque animé como quise, tuve que hacer cosas muy complejas, como batallas, caballos galopando, mapuches. Era muy emocionante porque de alguna manera me sentía embajadora de nuestra cultura y estar haciendo películas sobre Chile era una forma de transmitir nuestra cultura allá”, señala.
La primera noción del “Tata Colores”
Cada día de la semana, a las 18.50 horas, un anciano daba las buenas noches a través de las pantallas de la televisión de Alemania Oriental. Este personaje llamado Sandmännchen esta animado en en stop-motion, él iba a visitar a los niños para darles las buenas noches. “Entonces yo pensé que cuando llegara a Chile haría un viejito que diera las buena noches a los niños del país”.
Retorno y comienzos del stop-motion en Chile
Finalmente, durante el año 1979, Vivienne Barry regresa a Santiago de Chile. Buscó trabajo en el área del periodismo o en el espectáculo, como cantante. No pasó por su mente la animación.
Hasta que se encontró en la calle con su amigo Santiago del Campo, entonces creativo de McCann Erickson. Allí surgió la idea de hacer un comercial para la marca Ambrosoli, llamada “Ambrosoli Streeptease”, el cual fue finalmente realizado en agosto de 1980. “Eso fue increíble, me abrió las puertas para poder trabajar en publicidad, a partir de ese comercial pude vivir de la animación, y durante 10 años trabajé en eso”, puntualiza esta artista a la cual se le reconocería por muchas otras obras realizadas en aquella época, como la campaña publicitaria “Cuidadoso y Precavida” de Citibank.
Con este camino al andar Vivienne no olvidó su idea inicial de hacer al viejito que haría dormir a los niños de Chile. Trabajó con Eduardo Tironi – quien empezaba como director general en Filmocentro – quien la apoyó para hacer un piloto junto a Ricardo Larraín. El trabajo se llamó “La Hora del Sereno” haciendo alusión al personaje de la época de la Colonia chilena que recorría las calles apagando las luces. “El Sereno” caminaba por calles de adoquines con casa de adobe.
Este trabajo se intentó vender a varios países, sin tener muchos resultados. Pero la respuesta llegó 10 años después.
Un fenómeno social Durante el año 1991
Televisión Nacional de Chile (TVN) anuncia que está buscando realizar una “despedida infantil” para incorporarla en su programación semanal. Aquí Vivienne Barry vio la oportunidad de llevar su idea a la pantalla chica, y logró concretizar un acuerdo con los ejecutivos.
Así nació el “Tata Colores”, en donde la artista aprovechó su material inicial de “La hora del Sereno” para modernizarlo y actualizarlo a la época contemporánea. Todas las noches, antes de las 21 horas, un viejito entraba a escena junto a dos niños y un perro, les contaba un cuento y éstos se iban a dormir. El éxito fue tal que TVN lo extendió a doce capítulos más.
Sin embargo, TVN decide sacar del aire al reconocido personaje de los niños en 1995. “Tata Colores” fue un fenómeno social y no pasó desapercibido cuando dejó de transmitirse. “Fue una pena, hubo protestas en la radio, yo saqué un monitor a la calle en una feria de Navidad, hubo gente que escribió en un libro reclamos, tengo muchas cosas escritas muy bellas”, revive Vivienne Barry. “Lo que más me emocionó fue enterarme de que un niño con parálisis cerebral aprendió a reconocer algunas palabras con el ‘Tata Colores’, y que en la tumba de un pequeño niño en el Cementerio se Santiago está escrita la letra de la canción de ‘Tata colores’”.
Su experiencia en cortometrajes y viajes a festivales
Su primer cortometraje se llamó “Nostalgia de Dresde”, y comenzó a producirse al mismo tiempo que “Tata Colores”, en 1991. Esta experiencia fue un éxito.
Con los dibujos de Francisca Iriarte a mano alzada, la historia se trataba de un hombre que es torturado por los puntos cardinales, retratando con ello su propia experiencia de dolor producida por las distancias y de vivir en el exilio.
Se hizo en 35mm, se mostró en el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar y en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana, Cuba, donde el canal Arte de Francia quiso comprarlo para exhibirlo en su parrilla programática, y además, le otorgó financiamiento para que realizara su segundo cortometraje.
Luego vino “Deriva” en el año 1995. “Deriva son sensaciones muy internas mías de lo que es ser una mujer, son como ensoñaciones representadas a través de fotografías blanco y negro recortadas, y vestidos de papel recortables, de esos con los que uno jugaba cuando chica y que representaba roles como mamá, dueña de casa y novia”, así retrata Vivienne su cortometrahe y agrega, “no me gané ningún premio, pero yo lo encuentro lindo me demoré mucho en hacerlo. Mostré ese corto en muchas partes, estuvo en muchos festivales y también me la compraron en Arte”.
Su tercera película “La Salsa” (1999) utiliza en su banda sonora la canción “Devórame Otra Vez”. La historia trata sobre un personaje de nacionalidad chilena, que viaja con sus amigos salseros hacia el Caribe y arman una banda musical. “Me tardé animando 3 meses. Construimos ciudades tropicales una micro Matadero-Palma que cruzaba la Cordillera de los Andes y llegaba al trópico. Muy entretenido”, comenta.
Sin embargo, un importante hito vendría después. “Como alitas de chincol” se sitúa como uno de los grandes proyectos que creó Vivienne Barry. “Ese es el corto que me dio más satisfacción” puntualiza, y luego agrega, “cuando vivía en Alemania supe de las arpilleras que hacían las mujeres las mujeres en tiempo de dictadura, una persona cercana la había comprado en la Vicaría de la Solidaridad y me llamó mucho la atención que las mujeres bordaran su propia realidad”. En 2000 la artista ganó un fondo concursable para poder financiar esto que tenía en mente hace muchos años.
“Le puse de título ‘Como alitas de chincol’ pensando en la canción de Víctor Jara ‘Angelita Huenumán sus manos bailan en la hebra como alitas de chincol’”, recuerda y tararea. La artista tuvo la oportunidad de hablar con estas mujeres que llevaban un tiempo retratando, a través del género y la lana, sus propias sensaciones bajo el periodo militar. Los temas que bordaban eran las fosas comunes, el bombardeo al Palacio de la Moneda, los allanamientos, las huelgas de hambre, el exilio, los centros de tortura.
“Conocí a esas mujeres en los años 2000 y traté que me hicieran de nuevo las arpilleras pero con todos sus elementos sin coserlos para que pudieran moverse, pero las señoras no me entendían. Entonces la película está hecha así. Al principio se ven unas manos de mujer que enhebran, se empiezan a cortar solas unas telas y todo eso se quema, con un ruido de helicóptero, que era lo que yo me acordaba que sonaba de fondo en el golpe de estado”, comenta Vivienne Barry y agrega sobre este cortometraje que, “es como un homenaje a esas mujeres que muchas de ellas tenían a sus maridos presos, ellas sobrevivieron a esa época gracias a la Iglesia que las amparó, que vendió sus trabajos y los mandó al extranjero. Yo no sabía que muchas de esas arpilleras llevaban cartas entremedio de los bordados para que los leyeran afuera y contaran sus experiencias”.
“Como alitas de chincol” ganó el máximo galardón, el Gran Coral, en el Festival de La Habana.
Las series de televisión
El permanente trabajo de Vivienne Barry también se plasmó en la televisión abierta chilena. Realizó la serie de TV Infantil “Ene Tene Tú” (TVN, 2007) donde cada una de las 12 cápsulas corresponden a canciones infantiles de la tradición española y latinoamericana, y que fueron retratadas a con la técnica de animación con plasticinas.
Siguiendo esta línea, nació “Cantamonitos”, serie infantil de TV compuesta por 13 chilenas relacionadas con niños, y que presentó una mayor dificultad en vista de que cada capítulos debía realizarse con una técnica de animación diferente. En este proyecto participaron destacados artista del país, como Cecilia Toro, Bernardita Ojeda y Jimena Moncada, entre otros.
“Entonces ahí tenemos papeles recortados, sedas, animación de plasticina corpórea, animación de plasticina plana animación de cubos, animación de muñecos de género, de lana, de madera, o sea una gama increíble de cosas, lo que fue un trabajo enorme porque era muy lento”, comenta Vivienne sobre “Cantamonitos”.
La tercera apuesta en televisión abierta fue “Plastilino”, un niño que surge por medio de unas barras de plasticina, y que se va armando frente a la cámara de televisión. Desconoce el mundo en el cual él está introduciéndose, por lo que en cada capítulo aprende algo nuevo sobre la naturaleza, al son de la música del grupo musical Portugal.
“Desgraciadamente ‘Cantamonitos’ y ‘Plastilino’ se vieron muy poco en la televisión, los dieron en horarios muy temprano, pasan muy pocos programas infantiles en la televisión abierta y los que conocen estas series, las ven en YouTube, tiene hartos seguidores. A mí me da mucha pena porque es trabajo perdido” dice Barry.
En la actualidad, y con una gran trayectoria en la animación, esta artista ha querido explorar en otros formatos para contar sus historias. En formato de acción real – con partes animadas en stop motion- estilo documental, reconstruirá lo que vivió su padre junto a otros seis periodistas chilenos durante un viaje al oriente, en 1941, luego de quedar atrapados tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial. “Es un largometraje que trata sobre la búsqueda de mi imagen paterna, mi papá falleció cuando yo era chica. Y les pasaron muchas historias allá y mi casa desde niña estuvo decorada al estilo japonés. Es lo que más recuerdo de él y siempre quise reconstruir esa historia”, evoca Vivienne Barry.
El primer libro de la animación chilena
En la actualidad, existe un solo libro que recopila la historia de la animación chilena. “La Magia en Movimiento” que fue escrito por Vivienne Barry luego de ganar un Fondo Audiovisual de investigación, y tras adquirir un Fondo del Libro, ambos del Consejo Nacional de las Culturas y las Artes (CNCA). Por medio de la editorial Pehuén, a través de esas 200 hojas la artista recopila los máximos antecedentes encontrados hasta el año 2007, sobre obras, personajes y técnicas, tanto nacionales como extranjeras.SM