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El director Gildardo Santoyo (México) profundiza en la producción de “Olas del cielo”: un novedoso cortometraje infantil por su formato musical, las ideas y convicciones detrás de su guión y su combinación de animación en stop-motion con montaje digital.

Este cortometraje estará en exhibición a través de la plataforma chilena Ondamedia, integrando el ciclo titulado “Animales”, que estará disponible para el público durante todo el mes de mayo.

Entremedio de un cúmulo de nubes de algodón, una parvada de aves se traslada armoniosamente a través de los aires, pero una de ellas no logra seguirle el ritmo a sus compañeros: Pedro, un pajarito más bien distraído, tiene problemas para hacer las mismas piruetas que las demás aves y coincidir a tiempo con ellas; en realidad, él preferiría volar a su propio ritmo. Ensimismado en sus ganas de independencia, Pedro pierde el control del vuelo y se estrella en la arena, a la orilla del mar, justo frente a una carismática tortuga llamada Francisca, quien no duda en tenderle una mano a Pedro y enseñarle a encontrar su propio ritmo.

“Olas del cielo” es un cortometraje infantil estrenado en 2015, ha circulado por gran cantidad de festivales en México y América Latina, además de estar presente en selecciones oficiales de festivales en Reino Unido, Italia, Suiza y Polonia; ganó el premio a Mejor Cortometraje Animado en los festivales de Monterrey y Sayulita, y constituye una novedosa propuesta de animación para niñas y niños, ya que se trata de una historia en formato musical. Su director, Gildardo Santoyo, desde el principio quiso combinar la técnica animada con este formato narrativo.

El interés de Gildardo por la animación nace de su infancia viendo caricaturas, tenía habilidades para el dibujo y le gustaba la narrativa: tenía unos juguetes de Playmobil, y con ellos armaba escenarios, tomaba fotografías y las revelaba, en base a ellas creaba historias. Concretamente, recuerda que le marcaron películas de Jim Henson como “Laberinto” o “El cristal encantado”. 

En su adolescencia, le costó definir cuál carrera podría aunar sus intereses, por lo que entró a Diseño de la Comunicación Gráfica en la Universidad Autónoma Metropolitana de México, en la que pudo adentrarse en los principios básicos de la animación, y luego se especializó en Creatividad, en la Escuela de Diseño del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes). Recuerda que se interesó mucho por las materias de lenguaje cinematográfico, y al finalizar su carrera tomó la especialidad de animación: su proyecto de título fue una animación 3D, realizada en equipo en el software Maya, y se presentó en el festival de la UNAM. Luego, su carrera laboral inició como freelance en diseño de motion graphics, efectos especiales para videoclips y comerciales, también en broadcasting y animación para televisión, todo esto en un formato digital.

“Inicié en estas técnicas por computadora y, al momento de que quería desarrollar una historia de animación, sentí que estas técnicas no me ayudarían a contar de forma adecuada el tipo de historias que yo quería desarrollar en ese momento. Tenía interés en hacer un musical para niños, un proyecto para sensibilizar a los niños en la danza y en la música, que fuera un aporte para que ellos mejoren la relación que tienen consigo mismos y con la comunidad”, explica Gildardo sobre su motivación para este cortometraje: redactó un guión que envió a una convocatoria de IMCINE que le fue otorgada, y con ello pudo realizar el cortometraje “Olas del cielo”.

La principal inspiración fue muy directa: una parvada de aves. Específicamente, Gildardo recuerda haber visto un documental sobre estorninos, una especie de ave que se moviliza en los aires de una manera particular, una danza armónica que hace lucir a la parvada como si fuera un solo organismo: era la metáfora perfecta sobre la armonía en comunidad que se quería transmitir en el corto. Así, surge el personaje de Pedro, un pequeño pájaro que carece del ritmo sincronizado que tienen sus compañeros, que más bien está distraído en observar las nubes y no está realmente preocupado de seguir a su parvada.

En ese sentido, el formato de musical era perfecto para representar esta analogía: el cortometraje está hilado con una composición muy animada de jazz, y se esperaba retratar a los personajes bajo el ritmo de danzas como el charleston, swing o lindy hop. Gildardo cita como referentes a músicos como Benny Goodman, Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, siendo esta última la inspiración principal para el personaje de Francisca: una alegre tortuga que encuentra a Pedro luego de su desafortunado aterrizaje.

Quienes compusieron la música fueron Daniel Hidalgo y Charly Daniels, y al mismo tiempo Hidalgo estuvo en la producción musical: el director destaca el trabajo de ambos no sólo en la composición, sino también en ayudar a integrarlo con el diseño sonoro y que se perciba como una unidad. En esta labor, destaca la mezcla final en THX realizada por los sonidistas mexicanos Jaime Baksht y Michelle Couttolenc, quienes también ganaron el premio Oscar a Mejor Sonido por la película “Sound of metal” el año 2021. 

La caracterización de cada personaje está dictada por un instrumento en particular que, en el caso de Pedro, es un clarinete, mientras que la música va desenvolviéndose en función de la trama. Con la música de fondo, es la danza el medio por el que los personajes se expresan durante la historia: Gildardo se inspiró en la célebre pareja Fred Astaire y Ginger Rogers, entre otros bailarines icónicos de los musicales de Broadway y Hollywood.

Con todas estas referencias, un gran desafío de este musical animado fue fabricar a los personajes, en un equilibrio entre la movilidad del baile y el físico de los animales. Los creadores de marionetas, León Fernández y Rita Basualto, en un principio plantearon que podría ser difícil que Pedro y Francisca pudieran hacer coreografías similares a los alocados pasos del swing: la piel de los personajes se hizo en silicón, cada pluma del protagonista estaba hecha con alambre, y las articulaciones se hicieron en una resistente estructura de metal llamada “Ball-and-socket joint” o Enartrosis, que hace alusión a articulaciones de mamíferos, consistente en el encaje de una pieza convexa con forma de cabeza, dentro de una pieza hueca o cóncava.

“Yo quería conservar el diseño de los personajes que había propuesto, no porque fuera un musical los iba a hacer más esbeltos o más alargados como los bailarines. Quería conservar los diseños originales de los personajes, porque para mí era importante por el público al que iban dirigidos y por lo que representaban cada uno”, explica el director.

En función de esto, el lenguaje del cortometraje es la música y su ritmo, algo evidente ya que el guión carece de diálogo. La técnica de animación combinada con la música es un aspecto que no se puede dejar pasar en el caso de “Olas del cielo”: se hizo una pista con un ritmo específico, que fue utilizada en Dragonframe para marcar la base de los movimientos de los personajes. También, esto se refleja en la predominancia de las expresiones corporales por sobre los gestos faciales de las marionetas:

Eso me ayudaba porque eran expresiones muy teatrales. Creo que para un musical queda perfecto este tipo de expresiones, además de otros elementos externos o personajes secundarios que contribuyeron a reforzar estas expresiones o actitudes que quería representar en la escena”, detalla el director.

La técnica principal del cortometraje es stop-motion, tanto para los fondos como para los personajes: primero se fabricaron las marionetas, que tenían una altura aproximada de 35 centímetros, mientras que los escenarios se montaron en función del tamaño de los personajes, que resultaron en una medida de un metro y medio de ancho por dos metros de largo, y fue rodado en una habitación de tamaño estándar. En un principio, el director se planteó realizar el cortometraje en blanco y negro, y finalmente se decidió por una paleta de colores basada en la antigua técnica del Technicolor, a fin de que resaltara las texturas del stop-motion y, en concreto, fuera atractivo para la audiencia infantil.

Gildardo explica que, para resolver los planos más abiertos, contaba con distintos lentes fotográficos, con los que se podían obtener distintas aberturas de un mismo plano. En el caso específico de las escenas en que se aprecia la parvada volando por los aires, se utilizó técnica en 3D para completar aquellos planos que debían ser más abiertos. Por otro lado, los elementos de los fondos tales como el cielo, las nubes y las olas, fueron fabricados y fotografiados sobre pantalla verde, y luego se montaron los elementos de forma digital, multiplicando los objetos en algunos casos, para darle más profundidad al plano.

La realización del cortometraje tomó aproximadamente un año: la producción de marionetas tomó nueve meses en total, siendo la parte más larga de todo el proceso; el rodaje tomó cuatro meses y la posproducción con sonido tomó entre dos y tres meses. En la actualidad, Gildardo ha continuado su trabajo en motion graphics para entidades privadas; si bien tiene varias ideas de cortometrajes que le gustaría llevar a cabo, aún está en proceso de definir sus proyectos para que estos puedan ver la luz. SM