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Inspirado en la llanura pampeana de hace 12000 años, “Quma y las bestias” (Argentina) constituye una interesante historia sobre las aspiraciones de un niño que quiere crecer. Por su llamativa técnica de stop motion con papel, la rigurosa ambientación en la época y un guión redondo, sus directores y encargados de arte y fotografía entregan detalles tanto de la construcción de la propuesta como de la producción misma de la obra. 

En medio de los pastizales de la pampa patagónica está Quma, un niño curioso y entusiasta quien, al presenciar el rito de iniciación de un chico mayor que él, se enfrasca en una aventura solitaria por salir del cuidado de su comunidad y explorar su entorno: en una época que solía ser hostil, Quma descubre un vínculo con su entorno y llega a un mundo fascinante, poblado de animales colosales, a los cuales deberá observar y entender para poder volver a salvo a casa. Esta es la premisa de “Quma y las bestias” (2019), un cortometraje sin diálogos y con un estilo de stop motion que se caracteriza por la predominancia del papel. Fue dirigido por Iván Stur y Javier Luna Crook, quienes también son fundadores de Tamandua Estudio.

La primera inspiración para la historia provino de un libro titulado “Bestiario fósil” que adquirió Javier; Iván recuerda que hace tiempo querían hacer un proyecto juntos. La propuesta tomó forma en una charla dada en el INCAA (Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales) el año 2011: bocetearon la idea en el momento y la presentaron a los especialistas y, si bien quedó finalista, no consiguió ganar el financiamiento.

Sin embargo, el proyecto de “Quma y las bestias” resurgió en 2015 y, con una carpeta mucho más elaborada con reformulación del guión y propuestas completas de arte y foto, consiguió su primer fondo de Mecenazgo para iniciar su producción; es en este periodo que se suma al equipo Verónica Acordaci y Lucas Timerman, quienes hicieron dirección de arte y fotografía respectivamente.

Tanto Javier, Lucas, Verónica e Iván se formaron en la Universidad de Buenos Aires y entre todos se conocieron trabajando en distintos proyectos; sin embargo, no se habían encontrado los cuatro en una misma producción. En cuanto a sus referentes, Lucas mencionan el programa “La magia del cine”, que forjó su interés por comprender cómo se hacen las películas y “engañar” al espectador con distintos efectos; por otro lado, Verónica creció en un hogar con mucho estímulo artístico y manual por su madre, quien es maestra jardinera, al igual que Javier, a quien le llegaban las maquetas en desuso de su padre, quien es arquitecto; mientras que Iván tuvo su primer acercamiento a la animación a través de videojuegos, y que recuerda haberse cautivado ante la posibilidad de mezclar técnicas para animar.

Los antecedentes de cada artista detrás del cortometraje coinciden con la premisa del mismo: las primeras experiencias de crecimiento solitario, la exploración lejos de la supervisión de los padres, una motivación emocional que se fusionó con la investigación sobre los habitantes indígenas de la época: Javier menciona la influencia de la perspectiva de Liliana Bodoc quien, si bien partía su trabajo basándose en la cultura de un pueblo originario, esto se encontraba con el afecto personal que quería transmitir inspirándose en su familia, por ejemplo, cuya dinámica no necesariamente iba a coincidir con las estructuras filiales de la cultura que ha sido retratada.

Los primeros bocetos de Quma eran un “Niño Pixar”, como lo describe Iván, pero en la indagación encontraron referencias como vestimenta y rasgos físicos que terminaron por darle la caracterización fiel al contexto. “Tomamos como referencia las culturas mapuche y tehuelche, y por ejemplo con la vestimenta no había certeza de que fuera como la hicimos, porque no se han encontrado restos de ropa exactos de la época o indicios que contradicen la estética que propusimos; en los baches donde no hay registros arqueológicos, nos tomamos ciertas libertades para ilustrar”, detalla Verónica sobre cómo la inspiración artística tuvo que dialogar con el rigor científico.

“El árbol en el que se rasca el megaterio: no había ningún árbol de ese tamaño en esa época, y fue un permiso que nos tomamos a conciencia, sabiendo que ese elemento podría no haber estado allí pero que lo necesitábamos para poder contar la historia, porque la reacción del megaterio tiene que ver como Quma resuelve su supervivencia frente al animal”, relata Iván respecto a las decisiones que tomaron entre la evidencia material y la idea narrativa que tenían para el cortometraje.

El principal desafío que se propusieron para relatar esta historia, era que el corto derivara en un material pedagógico, respaldado por el conocimiento de paleontólogos, arqueólogos y biólogos. Para lograr esto, se aliaron con el Museo de La Plata y con los especialistas del lugar comenzaron a instruirse: destaca la labor de Jorge González, un paleoartista dedicado a reproducciones de animales prehistóricos, a quien le pidieron clases para aprender sobre locomoción animal, estructuras óseas y musculaturas; en esta tarea, Javier construía las estructuras internas de las marionetas, mientras que Verónica exploraba texturas y creaba la apariencia de cada una. Por otro lado, Lucas estaba probando lentes en función de las escalas de maquetas que iban a trabajar, ya que plantearon escenarios complejos con una perspectiva forzada para recrear la llanura en toda su extensión.

Pero esto era sólo la base, ya que las marionetas no sólo debían ser fieles al aspecto real de los animales: “Una de las animadoras estuvo meses testeando estructuras, el estudio sobre cómo se podrían haber comportado estos animales con referencias actuales fue constante. Cada animador se especializaba en un animal, había que buscar el acting de cada uno y a la vez que refiera a movimientos que realmente podría haber hecho el animal según su tamaño y peso. Todo lo anterior, tiene que dialogar con la fabricación del muñeco”, detalla Iván.

En total, pasaron más de 100 personas por el proyecto: al no tener estudio, arrendaron un galpón en el que trabajaban artistas de otras disciplinas, constituyendo un ambiente inspirador para la creación; gracias a esto, varias personas interesadas en aprender a animar llegaron a practicar, y eventualmente terminaron formando parte de la producción.

De acuerdo al relato del equipo de realización, hay aspectos destacables del cortometraje más allá de su técnica y su historia: el primero, la rigurosidad y la organización en las tareas necesarias para concretar la obra. “El entramado de producción y coordinación fue vital: teníamos los días lunes para organizar quiénes y qué tareas hacen, ver los horarios y la disponibilidad de cada persona, porque hay muchas manos que quieren ayudar, pero no resulta si no hay una programación”, explica Javier.

Otro énfasis importante en la producción de este corto es una toma realista de decisiones que estén orientadas a concretar el proyecto, suprimiendo labores que podrían alargar innecesariamente el proceso como por ejemplo, la decisión de que no hubiera diálogo, lo que implicaba la creación de máscaras y gestualidades extra para el personaje principal, además de agregar un obstáculo en la difusión del cortometraje a nivel internacional.

En esta misma línea de economización, se le dio mucho énfasis al sonido para completar el universo de Quma y resolver un elemento crucial: el retrato de la comunidad en que el protagonista vive. “El recrear una comunidad completa en el ritual, fue una decisión técnica porque podíamos hacer una cantidad limitada de marionetas y el sonido cumplió esa función de completar un ‘fuera de campo»’, detalla Lucas sobre la escena del ritual que Quma presencia, y que se completó con marionetas de manos para retratar al grupo de personas.

En general, el sonido fue grabado en estudio y los realizadores recuerdan, entre risas, que varios de los gestos vocales de personajes secundarios son gritos bien editados de ellos mismos. Mientras que para construir la música, se partió de la premisa de que, fuera del continente, Sudamérica se representa desde la estética cultural de Los Andes o de la Amazonas, por lo que se propusieron a romper ese molde, insertando instrumentos más actuales como bombos y guitarra criolla, además de percusiones más típicas de la época.

Un último aspecto importante sobre este cortometraje es el financiamiento y las posibilidades de retroalimentación: el proyecto tuvo que pasar por postulaciones para distintos fondos de cultura y sólo se adjudicó algunos. Siendo el papel el principal recurso para armar los escenarios, eventualmente se encontraron con una marca de papeles que los auspició con difusión y entrega de recursos para seguir trabajando; esta etapa va estrechamente relacionada con la reformulación constante de la idea que se quiere realizar y deriva en, por ejemplo, una carpeta de venta de la propuesta en un formato distinto a la estructura tradicional en que se presentan los proyectos audiovisuales.

“Si tienen un proyecto que no esté cerrado, mándenlo. Siempre hay una posibilidad de devolución y crecimiento, que fue lo que les sirvió a los chicos, así lo hicimos un montón de veces: presentamos cosas que no salieron pero nos quedaron los comentarios que servirán para mejorar. Los fondos por lo general no alcanzan, a menos que tengas una idea muy sintética, y está la corriente de pedir sponsors que es una opción teniendo imágenes del corto y una propuesta realista y bien planteada”, concluye Verónica.

Si bien los realizadores coinciden en que está difícil realizar una producción de stop-motion de tal envergadura, lo cierto es que el mundo “Quma y las bestias” ha continuado su expansión: fueron convocados por la editorial argentina Pequeño Editor para producir una serie de ilustraciones que constituyen una secuela del corto. Además, en la actualidad están trabajando en conjunto con el Museo de La Plata para realizar una miniserie de docuficción con partes de animación, la que contará con soportes de accesibilidad tales como lenguaje de señas y audiodescripciones; de momento están planificando los capítulos animados, filmando con niñas y niños en el museo, y explorando qué otras recursos pueden implementar para que el contenido pueda llegar a la mayor cantidad de personas posible. SM