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Debido a las condiciones de la pandemia, muchas producciones audiovisuales se vieron afectadas, abriendo un nuevo y potente espacio para la animación de la mano de talentosos exponentes nacionales independientes.

La industria musical en Chile tiene en sus archivos notables videoclips, comenzando con Hugo Arévalo, pionero de las “canciones filmadas”, quien también tiene a su haber el primer videoclip animado del poema Don Crispín (1972), musicalizado por Charo Cofré y animado junto al dibujante Fernando Krahn; hasta la realización de Alejandro Rojas y Samuel Restucci para la canción La Torre de Babel (1997) de la banda Los Tres, pieza audiovisual que sin lugar a dudas se encuentra marcada en el imaginario colectivo de la cultura nacional.

La crisis de la industria musical en el 2000, también redujo las posibilidades de producción de videoclips, lo que cortó las alas a la incipiente tendencia del video musical animado. Sin embargo, hubo quienes, de la mano de las plataformas digitales, rebrotaron nuevamente el concepto de videoclip. Distintos artistas incursionaron en este formato de manera animada e independiente. Hoy, en plena situación de pandemia, este arte se transformó en un indispensable, ya que se posicionó como la mejor opción para producir a distancia manteniendo las medidas sanitarias. 

Chile no ha sido la excepción. En un inicio, fueron los músicos y artistas independientes quienes empezaron a explorar el formato y a beneficiarse mutuamente de la fusión creativa, destacando a realizadores como Leo Beltrán, Matías Bárquez y Simón Jarpa. Eventualmente, la animación se volvió un soporte visual atractivo para artistas de largo alcance como Princesa Alba, Drefquila y Augusto Schuster, y al mismo tiempo abrió oportunidades de producción junto con músicos extranjeros, como ha sido el caso de Diego Cumplido y Marcos Sánchez.

PASIÓN AUTODIDACTA

“Yo no estudié animación, aprendí por mi cuenta. Cuando estaba en la enseñanza media, con mis amigos, usábamos los primeros celulares con cámara para hacer experimentos con plasticina en clases. Ese fue mi primer acercamiento con la animación”, relata el director Matías Bárquez, quien ha desarrollado un estilo de animación análoga que explora distintos trazos, texturas y usa principalmente materiales reciclados. Su trabajo más distintivo es el videoclip de “Yuvia” (2020) para la banda Felics.

Al igual que Bárquez, los animadores Simón Jarpa, Marcos Sánchez y Diego Cumplido vieron en la realización audiovisual una forma de canalizar sus intereses artísticos personales. Al mismo tiempo, coinciden en que encontraron en el videoclip un espacio propicio para la experimentación, ya que no se exige un proceso tan formal, como suele ocurrir en la producción audiovisual. 

Esto es bien sabido por el director Leo Beltrán, quien, a la cabeza del estudio Niño Viejo, ha realizado videoclips para distintas bandas chilenas y ha consolidado un estilo que destaca por lograr una narrativa precisa que explota lo conceptual. “Trabajo el formato videoclip por elección, justamente por la libertad que permite la narrativa. La animación en sí es quizá la más versátil a la hora de hablar de una técnica audiovisual, pero aún así existen ciertos márgenes que la mantienen en un solo lugar”; reflexiona, refiriéndose al rol que se le ha dado históricamente a la animación circunscrita a un público infantil. 

La experimentación es esencial para encontrar aquel estilo que se acomode a los mensajes que se quieren expresar. Antes de sus primeros videoclips, Diego Cumplido hizo asistencia de animación en el rodaje de La Casa Lobo. “Encontré el proceso tan orgánico y libre de todas las normas que yo había aprendido. Me había leído el Animator Survival Kit de Richard Williams, me había llenado de reglas y me paralicé; trabajando con ellos como que me liberé un montón”, comenta sobre la experiencia de trabajar con Cristóbal León y Joaquín Cociña. Este precedente lo motivaría más adelante a aceptar animar el single “Say My Name” (2015), para la banda chilena The Suicide Bitches. Su técnica consiste en stop-motion con plasticina, usualmente sobre archivos de video en blanco y negro.

JUGAR CON LO INESPERADO

La libertad de realización es un rasgo que destaca al momento de concertar un video musical. En este proceso, los realizadores dan rienda suelta a su propia interpretación de la música entregada y así, animar un videoclip emula a una colaboración entre artistas, más que una simple relación contractual.

“La primera producción que realicé eran solo intervenciones animadas sobre material de archivo. Ya en la última que hice, empecé a mezclar más los dos mundos e incluí personajes, entonces las personas del material prefilmado interactúan con, por ejemplo, una bruja que dibujé yo. Siempre me ha encantado esa forma, todos los videoclips que tratan de sorprender con los cambios de un mundo a otro sin que te des cuenta”, relata Marcos Sánchez. Su técnica nace de su afición al cine ilusionista, y con los años, reconoce que ha logrado pulir detalles como el juego de movimiento y transiciones. Desde 2017, ha realizado videoclips para artistas internacionales como Claire Cronin, The Breeders y The Hand to Man Band.

Por su parte, Leo Beltrán explica que en “Disparan” (2018), de la banda Como Asesinar a Felipes en colaboración con Chino Moreno, hizo un ejercicio bien particular: “Traté que el montaje no sincronizara del todo con la canción para que se sintiera el rebote del golpe, de la madera, del árbol, del hachazo, el caer del árbol, y todo lo que no es correcto, justamente  para hacer sentir que algo no está bien”. 

Reconoce tres etapas del proceso de producción en las que se preocupaba de trabajar la identidad: la conceptualización o hilo conductor de las imágenes; la dirección de arte; y el montaje. La virtud de trabajar videoclips radica en que existe la posibilidad de innovar en casi cualquier parte del proceso, a diferencia de lo que ocurre con las formas de producción de grandes proyectos de la industria animada.

Los creadores coinciden en lo complejo que es llevar a cabo realizaciones animadas, especialmente en un ambiente poco amable en recursos económicos para desarrollar las artes en Latinoamérica. “Mucha gente puede no estar de acuerdo en esto, pero la realidad local es muy diferente de la realidad de muchos de los referentes que uno ve. Encuentro saludable abrazar las condiciones materiales en las que estamos situados, para contar historias que se adapten a eso porque puede devenir en soluciones creativas”, opina Simón Jarpa, recordando cómo descubrió que las líneas de sus personajes tiritaban en la acción, y decidió hacer de ello una característica que podría potenciar un estilo propio, visible en sus dos primeros videoclips realizados para el grupo musical MKRNI (Makarroni): “Una vuelta más” y “Sobrenatural” (2018).

En las limitaciones se pueden encontrar ventanas creativas que no habrían aparecido si la situación de producción fuera diferente, y las condiciones impuestas por la pandemia no fueron la excepción. Es el caso del video musical realizado para la banda Tomahawk, liderada por Mike Patton. Al ser producido durante el periodo de confinamiento, se requirió de colaboración para filmar las imágenes que harían el fondo para los maniquíes de plasticina de Diego Cumplido, por lo que se contactó con compañeros de universidad, quienes con cámara en mano grabaron las imágenes en el Parque Nacional Huerquehue, ubicado en la Región de la Araucanía.

“Me llegó material inesperado. Yo doy instrucciones por teléfono, pero es limitado lo que puedo dirigir. Entonces recibí un material que es muy de ellos, son las ideas que ellos interpretaron de lo que les dije, jugar con algo que no espero que me llegue es divertido y curioso. En la comunicación se hace un juego creativo que puede ser más interesante que decidir y controlar todo uno”; concluye acerca de la realización del videoclip de “Predators and Scavengers” (2021).

LA NUEVA ESCENA 

Con antecedentes como “Ojos Favoritos” (2015), canción del grupo Protistas, producida con la fascinante animación análoga de Enzo Cortavitarte, o las caricaturas del particular estilo de Santi Nam para la canción Una Chaqueta (2018) de Josefina González, la animación independiente ya estaba abriéndose camino en la escena nacional e inmiscuyéndose en el mundo de la música. 

Hoy, el repertorio de videoclips animados es contundente y ofrece un surtido de universos para conocer. Sin embargo, aún queda la sensación de que la animación está en un segundo plano. “Lo que noto, sobre todo porque trabajo en filmaciones también, es que la animación es poco valorada desde el punto de vista de presupuesto y del trabajo requerido. Creo que es algo que hace difícil que se generen más proyectos, porque para lograr una buena animación se necesitan tantos recursos y experiencia como para una filmación”, reflexiona Marcos Sánchez, lo que coincide con su cifra de seis videoclips animados bajo el brazo, de los cuales sólo el single “Nuestro Destino” (2016) de Prehistöricos corresponde a una producción para un artista nacional.

Sin embargo, salta a la vista la actual popularidad de la industria animada, que hoy se sitúa como el soporte más accesible para las producciones audiovisuales sin transgredir de sobremanera las medidas sanitarias. Se suman otras condiciones beneficiosas no sólo para quienes se dedican a esta disciplina, sino también para aquellas personas que quieren aprender: más tiempo en casa, además de una gradual democratización de internet y dispositivos móviles.

“Es muy representativo de esta época, y personalmente creo que al arte le toca reflejar y de alguna manera influenciar la época que a uno le toca vivir”, establece Beltrán, quien posee un historial de videoclips marcados por el desarrollo de un cuestionamiento social. Según su experiencia, enfocarse en cómo la audiencia se involucra emocionalmente con las creaciones artísticas es fundamental para lograr un concepto completo.

En ese sentido, la animación puede convertirse en una herramienta con un potencial incluso más holgado que el rodaje tradicional. Bárquez ve en la técnica 2D la oportunidad perfecta para reinterpretar los conceptos más impensados: “Creo que la animación es excelente para representar estados emocionales o sensaciones, porque son cosas reales, sólo que no las podemos ver. Si me siento triste, podría animar la tristeza, cosa que no podría hacer quizás con una cámara sin hacer una imagen demasiado forzada. La animación es perfecta para evocar esos estados mentales”.

Ante esas posibilidades, los creadores convergen en buscar inspiración en lo personal: la memoria y las aficiones, mirarlas con creatividad y afecto. El momento del videoclip animado invita a redescubrir la técnica que se pensaba olvidada e ir más allá de una coincidencia con otros artistas o el afán creativo, sino que a mirar lo que ocurre alrededor y hallar la conexión con la audiencia a la que se quiere llegar. SM